martes, 17 de diciembre de 2019

Caminos entre amigos

Castillo de Alange. Foto de la autora 2017



Quizá sea por mi infancia tan feliz,
tan protegida contra todo.
Quizá por mi madre huérfana
o por los niños felices que llegaron.

Quizá por los días intensos
de los que se hicieron mis años.

Por mi búsqueda insensata y compulsiva.
Por mi razón de uso temprano. 
Por el fracaso impuesto.
Por los miles de surcos hechos de lágrimas
propias y ajenas.

Quizá por todo eso 
descubrí una línea en mi historia,
difusa si quieres,
en que la vida 
se convirtió en entrega.

Yo ya no importé.
Nunca más.
Menos aún mis espejismos.

Todo empezó a disminuir,
lentamente,
hacia un horizonte pacífico
hecho de todas nuestras heridas.

Voy aprendiendo
que no hay otro camino
y he dejado de rebelarme.

Lo mejor es que soy feliz 
en esta espera 
despojada de pretensiones,
acompañada por mis amigos queridos
que me preceden
en años,
en viajes,
en heridas,
en búsquedas,
en oraciones,
en dolor,
en sabiduría.







jueves, 12 de diciembre de 2019

Aquellos días felices

Foto del álbum familiar de la autora.


Sigo siendo la misma niña que fui,
con el mismo miedo a que la abandonen.

Hoy sé bien que no era infundado.
Todos los que me cuidaban,
todos y cada uno,
se van convirtiendo en cenizas,
nombres sobre una lápida
con una fecha de despedida.

Pero nuestra infancia quedó intacta
entre sus nombres y sus fechas.

Basta ver los rostros del pasado
en la sala del tanatorio
para tocar las risas 
y los juegos del verano,
los chapoteos en la piscina de abuela
y mi terror a las avispas.

Todos se han ido yendo
y hoy tío Antonio está solo
en un edificio vacío.

Su sonrisa afable
y sus brazos bondadosos
sostienen ya toda la nostalgia,
todo el tesoro de nuestros recuerdos.

Prometo no pasar de largo,
ayudarte yo también
con esa carga y tu tristeza,
honrar contigo a los nuestros,
brindar por los días felices
y seguir aprendiendo de tu estela.