jueves, 26 de febrero de 2015

Me recordarán los míos



Sólo  me recordarán los míos
y eso será suficiente.

Nací con brillo de infinito
y pensé que me daría el mundo,
pero el mundo se hizo pequeño
de pronto
y me perdí sin remedio.

Logré encontrarme más tarde,
después de andar y andar
muchos años.

En el camino 
supe que era una mitad
y que eso me hacía grande,
y ví crecer la vida alrededor,
llena de luz y risas.

Pude mirar atrás
para abrazar mi origen
y el brillo de mi estrella.

Entonces comprendí
que el mundo era ya mío,
que había sido mío desde siempre.

El Mundo y todo el Universo.

Abandoné las falsas promesas,
las preguntas absurdas,
los relumbrones tramposos.

Y acomodé el futuro
entre los míos,
que serán los únicos que me recuerden.


Eso será suficiente.

viernes, 13 de febrero de 2015

Cuando tú mueras


Playas del Norte. Foto de María Manzano


Cuando tú mueras
cumpliré tu eterno deseo
de ser sal marina y cenizas,
pero no te esparciré sin tino
por ningún parque,
ni por ola alguna.

Buscaremos entre ambas
un promontorio blanco
que mire al sol
y al mar,
con un banquito cerca
para leerte versos,
para contar historias pasadas
o el presente huidizo
o el futuro soñado.

Lo alquilaré por dos siglos
y te visitaré una vez al año
para llorarte de seguido
y para imaginar tu presencia
cercana, acogedora y feliz.

Pero si yo muero antes,
no me encierres en cajas,
ni me des misa de difuntos.
Busca un cementerio verde
entre colinas y flores,
y lleva a mis hijos a verlo
para que disfruten conmigo
del prodigio de la vida.

Pero si yo muero antes
habrá que legar mi promesa, 
y no habrá nadie tan insensato.

Mejor no morimos ninguna,
al menos de momento,
y saboreamos juntas
el misterio de la salud,
aunque sea maltrecha.

Rodeadas de vida,
de belleza,
de cariño.


Que sea por años infinitos.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Desde el tren

Camino de Aljucén. Foto de Pablo Manzano


Observo la vida desde el tren,
ese inacabable suceder
de formas y colores.

Y me sorprendo admirando
la profunda belleza de las cosas:

el horizonte plano y cambiante,
la simetría de los surcos,
el caos de los pedregales.

Parece que siento
la paz de lo inerte
latiendo, 
reposado feliz,
ajeno a todo lo humano,
absurdo y pasajero.

Quiero conservar esta paz
en medio de este bucle
caótico y agitado,
donde nos batimos todos
a diario y con empeño.

Lo intentaré de nuevo.
Recién redescubierta la verdad,
no volveré a olvidarla:

La vida permanece siempre
en la armonía de las formas,
de las luces y los gestos.

En la estela del amor verdadero
que nos acompaña,
nos protege,
y nos convierte en seres 
afortunados 
y eternos.