La Vera. Foto de Angustias Ventura |
y las escribo hoy
antes de acabar el año,
para tener una ilusión pequeña
de palabras prestadas.
Sé que no cambiarán nada,
que no te consolarán siquiera,
y aún así las escribo,
para encontrarme contigo
en medio de este camino
algo oscuro y desolado.
Porque te vi a lo lejos
y te supe sola
en medio de tu desconcierto,
y quise compartir el mío
aunque todo fuera inútil.
Yo tampoco entiendo nada.
No sé por qué los grandes
están tan solos.
Por qué los débiles
seguirán desamparados.
Y me rebelan,
como a ti,
los que viven tranquilos
y satisfechos,
sin arriesgar nada,
sin miedo al futuro,
sin compromiso alguno
más allá del gusto
por divagar un poco.
Como tú
yo también fui invisible
para los que solo ven recursos
o enemigos
(ese ninguneo
que es peor que el desprecio).
Y por eso y por más
me rebelo contigo,
hermanadas por la vida,
por la muerte,
por el fado.
Recuerdo cuando nos encontramos
ya hace años.
Yo perdida y confusa,
tú reconstruida y brillante.
Entonces te seguí
hacia otro mundo.
Y ahora que estamos ya en él,
apenas cruzando sus lindes,
miro atrás
y te veo,
miro adelante
y te veo.
Y se me alegra el alma
de agradecimiento puro,
y me gustaría corresponder
con unas cuantas certezas.
Pero no tengo ninguna.
Nada podemos hacer,
solo aceptar el destino
(en los días lúcidos),
tornar la muerte en luz,
y las renuncias,
en cincel de esencias.
Pocos lo consiguen.
Tú lo hiciste,
aunque sé bien
que no te consuela.
Consoladas o no
seguiremos juntas.
Nos bastará permanecer
para que la risa brote
con esa fuerza
que reconstruye el mundo.