viernes, 10 de abril de 2020

Sed perfectos

Hubo un tiempo,
quizá dos tiempos,
en que la vida era un fracaso
continuo y vertiginoso.
Y no sé por qué.

Quizá por la inercia voraz
o por ese afán de perfección,
tantos ideales falsos,
o la misma idea de Dios 
y su poder omnímodo.

Todo era ridículo
como un anuncio de perfume.
Yo tan lista,
tan chispeante,
tan absurda.

Ya pasó todo
gracias a Dios
(invoco al débil,
al caído una vez y otra,
al compañero de muertes
y de llantos).

Y hoy soy feliz,
hoy viernes santo,
en una pandemia global,
donde todo lo que necesito
está a tres manzanas
y tanto nos reconfortan
los abrazos 
y el silencio.