Se curaron todos los que no murieron
de pena o de coronavirus.
Y la vida siguió
como sigue siempre,
con el dolor a cuestas,
y la risa escapando a veces
por las rendijas.
Siguió la vida
deshilándose y reconstruyéndose,
abriéndose paso entre vivos y muertos,
entre este mundo y el otro,
más allá de la tristeza y del olvido.
Mi padre murió hace seis años.
El lunes de nuevo ese instante
congelado en el tiempo,
con su mano en la mía
y su dolor en mis ojos.
Inmensa fortuna
en estos tiempos desgarrados
de duelos sin abrazos.
Adioses desde lejos,
sin palabras,
sin silencios.
Ni un solo beso de despedida.
Fuimos afortunados.
El lunes lo recordaremos en casa.
Cada uno en la suya.
Y un amigo dirá una misa
en una capilla vacía.
#Tiempodecoronavirus