Ya espera el día afuera
con su cuota de fealdad y de tristeza.
Más allá, se vislumbra la crueldad
y el desamparo.
Solo las palabras nos salvan,
y la risa traviesa de los niños.
No todas las palabras.
Algunas destilan angustia,
otras odio,
muchas,
nada.
Quiero escogerlas bien
antes de salir al día,
vestirme con ellas y armarme de valor
y de dudas.
Quiero.
No siempre puedo.
Estos tiempos acelerados
agotan todos los propósitos.
Por eso repetiré el mío
cada día que comience:
Me armaré de palabras escogidas
y de dudas amables,
contendré así la ira y el desconsuelo,
no les daré tregua, ni respiro.
Si acaso una vez al mes,
para que se asomen un poco
y me recuerden
que aún no han muerto,
que solo morirán conmigo.