domingo, 27 de septiembre de 2020

Palabras y dudas


Ya espera el día afuera

con su cuota de fealdad y de tristeza.

Más allá, se vislumbra la crueldad

y el desamparo.


Solo las palabras nos salvan,

y la risa traviesa de los niños.


No todas las palabras.

Algunas destilan angustia,

otras odio,

muchas,

nada.

 

Quiero escogerlas bien

antes de salir al día,

vestirme con ellas y armarme de valor

y de dudas.

Quiero.

No siempre puedo.

Estos tiempos acelerados

agotan todos los propósitos.

Por eso repetiré el mío 

cada día que comience:


Me armaré de palabras escogidas

y de dudas amables,

contendré así la ira y el desconsuelo,

no les daré tregua, ni respiro.

Si acaso una vez al mes,

para que se asomen un poco 

y me recuerden

que aún no han muerto,

que solo morirán conmigo.

martes, 1 de septiembre de 2020

La sonrisa de Manuela. Palabras de despedida


Hola Madre Manuela, creo que hablamos en nombre de todos cuando digo que nos enseñaste los verdaderos valores de la vida. Sonreías constantemente, incluso después de cada cansancio, con esas ganas de superación y de querer a los demás.”

Así comienza una carta de despedida que han escrito a Madre Manuela 5 alumnas de 3º de la ESO, una carta que Perdi le leyó al oído cuando ella ya no podía escuchar (o quizá sí), una carta que seguro que ya guarda en su corazón y que termina diciendo que la queremos mucho y que su huella en nosotros es ya imborrable.

Emocionan la sencillez y la profundidad con que estas amigas la describen. Emocionan porque sus palabras reflejan como en un espejo la sencillez y la profundidad de la propia Madre Manuela, y revelan hasta qué punto fue una educadora eficaz desde sus pequeñas tareas. Tan era así, que no era raro que, cuando te encontrabas con ella, sin darte cuenta, seguías tu camino más alegre, y con el propósito de ser un poco mejor.

Madre Manuela, a nuestros ojos, era inmensamente grande en su pequeñez, de forma natural, quizá sin conciencia si quiera de serlo. Desde su segundo plano y desde su compromiso alegre con sus tareas concretas, con sus abrazos y sus golosinas, lograba que el Amor de Dios mismo se manifestara y se convirtiera como en un imán. No hay forma más eficaz de educar (ni de evangelizar).

Manuela lo conseguía sin esfuerzo, a pesar de su (aparente) poca relevancia en nuestro exigente modelo educativo, porque sentíamos que toda ella era verdad. 

Y es que la verdad, como dice Pablo D´Ors al escribir sobre Foucald, no está arriba, sino abajo; no es grande, sino pequeña; no es ostentosa, sino insignificante, porque a Dios le gusta camuflarse en lo que no es Dios. 

Hoy sabemos, de alguna forma, que Dios mismo se camuflaba en la sonrisa de Madre Manuela.

La echaremos mucho de menos, pero aún con la tristeza y el dolor de las despedidas, solo podemos dar gracias por el regalo de su vida, con la certeza de que su recuerdo y su ejemplo seguirán inspirándonos y alegrándonos el camino.