Foto de la autora con la mano derecha vendada por una quemadura. Álbum familiar.
De niña me quemé la mano
con un carbón ardiendo.
Se me arrugó la piel
en unos pliegues oblicuos
que contaron que me haría mayor,
que el camino no sería fácil,
que andaría muchas vidas
para llegar al mismo sitio.
Pero llegó mi madre, me vistió de rojo
y me regaló la magia de las palabras.
Y mi amiga Ana, ya en el colegio,
me ordenó los pliegues
y me borró los dramas.
Y hace poco, Angustias trajo la luz
de las profundidades,
Cris, la determinación
y los bolis de colores,
Elvira,
el poder mágico
de la alegría,
Pilar, un espejo limpio de sombras
y un micrófono.
Y Fernanda me habló con su risa
trasatlántica y vital,
infinita bajo el océano.
Y hoy está aquí conmigo,
con todos,
con todas.
Sororidad sonora y global
para tejer la red
que salvará el mundo.
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