viernes, 20 de noviembre de 2020

Mi cabeza es una batidora

Mi cabeza es una batidora

con los desvelos de mi madre

y mis tareas pendientes,

mis hijos, 

mi mitad cansada

y mi mitad pacífica,

mi mitad angustiada también,

esa que respira lágrimas sin oxígeno. 


El mundo y sus heridas 

también se baten en mi cabeza,

entre el caos doméstico

y la risa y los abrazos 

de los niños,

de mi madre, 

de mis amigas del alma,

de mi mitad refugio.


Y ese Espíritu que sobrevuela

y es más fuerte que todo.

Y el Más Allá entero

con su trasmundo,

y mi padre muerto

y su amigo Lalo.


Todo se bate en mi cabeza.

Todo al mismo tiempo, a veces,

hasta que salgo y contemplo.


Una nube,

una rama y sus hojas,

un canto rodado

cortando el río,

un petirrojo

buscando un charco,

un caracol en la noche,

un retoño de encina,

una mariposa blanca,

una colonia de gatos. 


Todos respiran tranquilos,

habitan su propia historia,

la realidad sin ideas.

Y puedo escuchar cómo dicen

adora

y confía,

 adora

y confía,

adora

y confía.

Luces, abrazos y funambulistas

Atravieso la calle

de lado a lado

y el asfalto se vuelve un hilo

de cable fino 

de acero y oro.

Se derrite bajo mis pies

y me abrasa.


Miro abajo, hacia el vértigo.

Miro al frente y no hay nada.

Miro atrás y está oscuro.

Miro dentro y aprendo

pasos de funambulista.


Avanzo hacia la otra acera.

Se adivina una luz lejana,

una pequeña llama

titila y crece,

ilumina cuatro sonrisas,

muchas palabras

y un abrazo.


No necesito más para el camino.