Mi cabeza es una batidora
con los desvelos de mi madre
y mis tareas pendientes,
mis hijos,
mi mitad cansada
y mi mitad pacífica,
mi mitad angustiada también,
esa que respira lágrimas sin oxígeno.
El mundo y sus heridas
también se baten en mi cabeza,
entre el caos doméstico
y la risa y los abrazos
de los niños,
de mi madre,
de mis amigas del alma,
de mi mitad refugio.
Y ese Espíritu que sobrevuela
y es más fuerte que todo.
Y el Más Allá entero
con su trasmundo,
y mi padre muerto
y su amigo Lalo.
Todo se bate en mi cabeza.
Todo al mismo tiempo, a veces,
hasta que salgo y contemplo.
Una nube,
una rama y sus hojas,
un canto rodado
cortando el río,
un petirrojo
buscando un charco,
un caracol en la noche,
un retoño de encina,
una mariposa blanca,
una colonia de gatos.
Todos respiran tranquilos,
habitan su propia historia,
la realidad sin ideas.
Y puedo escuchar cómo dicen
adora
y confía,
adora
y confía,
adora
y confía.